16/3/16

Amigos de letras



    Durante años leí cuanto cayó en mis manos, cualquiera fuera el género o el tamaño. Me atraían los mundos imaginarios, los crímenes, las pasiones y cuanta emoción o pecado humano existieran. Con el tiempo pensé que quizás se hubieran acumulado las lecturas y con desparpajo intenté escribir algunas frases. Me sonaron tan bien que mi mente barruntó una novela (nada menos). Pensé entonces consultarles a mis dos amigos: Ricardo y Alberto.
    Ricardo me explicó que desesperación…, dolor, angustia y ansiedad, así como felicidad, ensueños y recuerdos, era lo que sentía al escribir. Sin embargo, un día, porque sí, como si fuera la última gota que cae, dejó de hacerlo y desde entonces se pregunta los motivos. Le echó la culpa a su cerebro, pero tuvo que admitir que éste funcionaba, al menos para hilvanar las ideas y realizar las cuentas. Puso atención entonces a la imaginación, pero tampoco. Sin esfuerzo, pobló su entorno de genios, espejismos y hadas. Con asombro, encontró un hueco en donde antes hallaba la fantasía ¿Qué había sido de ella? Seguramente ese era el motivo de la anemia de letras. Buscó en la amnesia de su infancia, en los colores quiméricos del jardín y en los cúmulos que parecían de algodón. Sintió chasquidos de cristales al quebrarse y gota a gota comenzaron a fluir creaciones escondidas. Tal fue su fuerza que destrozaron el cristal y corrieron cual arroyos y luego ríos y luego mares a llenar la poza seca de la utopía. Llegó a la conclusión que años de lágrimas, frustraciones, angustias y muertes la habían desfondado y echado a pique sus versos. Sin embargo, estos nuevos frutos, renovados, la llenaron y, al rebosar, inundaron nuevamente de tinta su olvidada pluma.
Alberto era un caso aparte: feliz, pendenciero, revoltoso, permanente enamorado o con frecuencia traicionado. Él surcaba la poesía con donaire. Hacía gala de sonetos, canciones, otros poemas y, cuando hacía falta, alguna carta de amor. Se dejaba llevar por versos románticos que esparcía su corazón, sin retaceos ni alharacas. También se llevaba estupendo con la naturaleza, quería a las flores, quería a las aves, quería al sol, a las nubes y a las estrellas y, si encontraba una bella mujer, su inspiración y anhelos no tenían límites. Cuando estaba de buen humor jugaba con las palabras, rimas y frases. Disponía, con total desfachatez, puntos, comas y párrafos. Los retorcía, los mimaba y, si no quedaba otro remedio, los forjaba bajo el martillo de su genio hasta que rendidos expresaran lo que pretendía.
Referí esta locura de elegante lírica y de poesía “por encargo” a Ricardo. Le hice ver las ventajas de una vida disipada en un consomé de letras que ardiera de pasión por la vida. Sin embargo, Ricardo apenas estaba recuperando su poza vacía y no toda la tinta que mojaba su pluma tenía algún sentido. Tanto tiempo buscó la solución que hasta olvidó si alguna vez tuvo valor lo que escribió… Miraba sin creer los ensayos, las novelas y uno que otro libro de versos con la desconfianza con que un cambista muerde el oro para asegurarse. Miraba su propia firma al pie sin reconocerla e inquiría entre las páginas la frase plagiada que le diera la razón.
No eran los mejores ejemplos, de modo que olvidé sus estilos y, enajenado, definí así las características del mío: quiero partir, hacerme a la vela y recorrer alfabetos, rimas y versos. Seguir el vaivén y las olas de la prosa en relatos con fin, pero sin fin. Usar vapores, botes o veleros según los sinónimos se impongan. Amar, reír, llorar y recordar lo que no he vivido o apenas vislumbrado. Todo el universo me espera, el de afuera y el de adentro. Separados por el ventanal, son como siempre lo han sido, aunque a uno me unen las vivencias y al otro un cordón umbilical que sustenta mi vida.
Habrá veces en que me interne a la aventura sin norte ni destino. Otras, reflexivo, buscaré motivos y razones. Será de día al mirar, tranquilo, pasar los colores. Será de noche cuando las princesas, titilando, me confundan al hablar al unísono en el firmamento. Si no bastan los ríos, mares y océanos, volaré.
Volaré hacia lo alto y haré canto los trinos de las aves y liturgias pomposas los truenos de las nubes al sobrevolar la tierra. No dejaré verso sin recitar. Hollaré los inframundos; Hades y el demonio me dejarán pasar, pues sus secretos al hombre revelaré y el espanto los hará mejores.
Regreso a la idea original y esta noche, en la playa, vino va vino viene, contaré cómo se escucha el canto de las estrellas, cómo se perciben las flores o tu caricia sobre mi rostro.


Carlos Caro
Paraná, 15 de febrero de 2016
Descargar PDF: http://cort.as/d9WQ




1 comentario:

  1. Precioso homenaje a la pasión de escribir. Describes con mimo y precisión de relojero lo que se siente al buscar las palabras que llenen la historia. La belleza con la que narras los diferentes estilos de escritura es apabullante. Es un texto rico en matices, inspirado en sus reflexiones y casi sonoro en su ritmo. Un relato que hace que te entren ganas de escribir. Enhorabuena.

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